

Por más de una década, Duina del Mar ha explorado los sonidos del Caribe y el Pacífico colombiano, cruzándolos con el pop, el soul y el jazz. Hoy, la cantautora caleña regresa con Ritmito azucarero y La Corriente, dos sencillos que adelantan lo que será su próximo álbum: un viaje sonoro que celebra la diversidad musical de Colombia y la capacidad del baile para sanar incluso las heridas más profundas.
“Volver a mi tierra me devolvió la alegría de la calle, de la señora del chontaduro en la esquina, del vigilante que me saluda todos los días. En esas pequeñas cosas está el alma de la música. Cuando camino por Cali me doy cuenta de que la vida sigue siendo un carnaval, aun con las dificultades”, dice la artista entre risas.
La canción, creada junto al samario Quique Fuentes, es un homenaje al gozo que une al Caribe y al Pacífico. Para Duina, fue un encuentro natural:
“Con Quique la música nació sola, sin forzar nada. Nos dimos cuenta de que teníamos los mismos referentes, los mismos latidos. Yo traía la chirimía, él la cumbia, y lo juntamos todo como si fuera un sancocho trifásico. Así entendimos que, aunque venimos de costas distintas, compartimos un mismo corazón musical”.
En el tema participaron músicos de Cali y del Grupo Niche, lo que le dio un sabor especial. Pero más allá de los arreglos, lo que realmente conecta es el mensaje. “Ritmito azucarero habla de ese poder de celebrar la vida bailando. En Colombia tenemos muchas dificultades, pero también tenemos la capacidad de reír y bailar. Eso es medicina popular. Nos sostiene, nos recuerda que no estamos solos”, afirma.
La artista reflexiona sobre cómo la danza y la música funcionan como refugios colectivos. “En nuestra cultura, cuando la vida duele, lo que hacemos es prender la música y bailar. Eso no significa negar la realidad, sino enfrentarla de la manera más hermosa. Bailar es resistencia, es memoria, es alegría compartida”.
Esa idea se refleja en su proceso creativo: “Cuando escribo pienso mucho en el cuerpo. Quiero que la gente sienta la canción en la piel, que la baile sin darse cuenta. Para mí, la música es un diálogo entre la cabeza y los pies. Cuando el cuerpo se mueve, el alma respira”.
A la par de Ritmito azucarero, Duina presentó La Corriente, compuesta junto a la reconocida cantante del Pacífico, Nidia Góngora, y producida por Tiago Mdok.
“La escribimos como una conversación con el río. Nidia y yo nos dejamos llevar por esa fuerza que arrastra, que sana, que limpia. El río es símbolo de vida, de cambio, de conexión. Yo me reconozco mucho en esa metáfora: soy una mujer que siempre está fluyendo, que nunca se queda quieta”, explica.
En su videoclip, disponible en plataformas digitales, Duina aparece recorriendo escenarios naturales y urbanos. Cada acting y performance busca retratar una cara distinta del país. “Quería mostrar que Colombia es diversidad: somos ríos, montañas, calles llenas de vida. Todo eso hace parte de nuestra identidad y también de mi música”.
Estas canciones son apenas un abrebocas del álbum que prepara, un trabajo que recorrerá músicas tradicionales reinterpretadas desde una mirada contemporánea. “Este disco es un mapa sonoro de Colombia. Paso por la cumbia, el calipso, el porro, la chirimía, pero también por el pop y el jazz. No quiero encasillarme: me interesa explorar, mezclar, jugar”.
Entre los temas que se avecinan están A la corriente junto a Nidia Góngora y Hugo Candelario, Delicia en la cumbia y La buena, que explora los ritmos de San Andrés y Providencia. “Es como un viaje por pueblos, calles, esquinas y paisajes. Quiero que quien lo escuche sienta que camina conmigo por Colombia, que prueba sus sabores y se contagia de sus colores”.
Duina reconoce que en su carrera ha experimentado con varios géneros, pero que siempre vuelve a lo propio. “Entre más exploro lo que somos, más vuelo. No hay nada más universal que lo local. Yo puedo cantar pop, pero cuando lo hago desde la raíz colombiana, es cuando realmente siento que estoy aportando algo distinto al mundo”.
Su apuesta no es solo estética, sino también política. “Hacer música desde lo nuestro es una forma de resistencia. Es decir: esto es Colombia, esto es lo que somos. Y también es un agradecimiento: a nuestros abuelos, a nuestros territorios, a nuestra gente. La música es memoria, y yo quiero que mi obra guarde un pedacito de esa memoria colectiva”.
Al final, la cantautora deja un mensaje claro: “Mi invitación es a celebrar la vida. Aunque el camino sea difícil, siempre podemos bailar. Esa es la fuerza que nos mantiene de pie como pueblo”.
Con Ritmito azucarero y La Corriente, Duina del Mar no solo reafirma su lugar como una de las voces más auténticas de la nueva música colombiana, sino que también abre la puerta a un proyecto discográfico que promete ser un homenaje vibrante a las raíces y a la alegría de este país.

